Hna. Juanita Colón y Hno. Samuel Rodríguez

Testimonio de la Hna. Juanita Colón y Hno. Samuel Rodríguez
Mi nombre es Juanita Colón, conocí al Señor la madrugada de un lunes de la semana santa del año 1990. Tuve una experiencia hermosa con el Señor, sentí su llamado a servirle, y desde ese día mi vida cambio, se convirtió en mi primer amor, me pasaba alabando su nombre en todo momento. Acepte al Señor el viernes Santo de esa misma semana y dos meses después me bautice en las aguas. Luego de eso pasaron 11 años y en todo momento seguía alabando al Señor. En aquel entonces mi esposo no conocía al Señor, comencé a pedirle al Señor en oración que tocara a mi esposo. Una noche mientras me vestía para ir a la iglesia sentí mi pecho apretado, y mi esposo me llevo al hospital y luego sufrí un paro respiratorio y me subieron a intensivo, allí me entubaron, mi esposo sufriendo le preguntaba al médico como me veía y el medico evadía sus preguntas. Pasaron varios días, ya mi esposo preocupado me cuenta que frente a la cama alzo sus ojos al cielo y le dijo al Señor. ¡Señor si tú sanas a mi esposa yo te prometo servirte por el resto de mi vida! El Señor lo escucho, y le concedió lo que pidió. Al cabo de 9 días empecé a respirar, 13 días después Salí del hospital, y mi esposo muy contento me dijo ¡llego el día que tanto esperabas! Dios te sano y yo voy a cumplir la promesa que le hice a nuestro Señor. Me sentí tan feliz y hoy damos juntos gracias a Dios por nuestra salvación. ¡Nuestro Señor es maravilloso y no me canso de alabarle, y cada día le amo más… ahora voy junto a mi esposo a la iglesia a alabar al Señor.

Nota importante:  La Hna. Juanita Colón y su esposo el Hno. Samuel Rodríguez ya no asiste con regularidad a la iglesia debido a la avanzada edad del Hno. Samuel y aunque la Hna. Juanita siempre procura ir siempre tiene que estar pendiente del su esposo Samuel, pero la Iglesia y el comité de evangelismo siempre le llevan cultos al hogar  y siempre se gozan de las ricas bendiciones que le da el Señor, llevan más 22 años sirviéndole al Señor con el mismo amor y gozo del primer amor.